sábado, 8 de mayo de 2010

Pensamientos


Esa noche era más oscura que las anteriores, los faros de su calle parpadeaban intermitentemente y la luz que proveían era amarillezca y escasa. Las nubes tenían una presencia pesada y complementaban el ambiente grisáceo con olor a  humo, el viento gritaba y golpeaba las ventanas, ella imaginó (como suele hacerlo) una historia que se llevaría a algunas casas de distancia con un estilo de cine mudo, ambientada con música de piano y escenas rápidas; en ella a un hombre de no más de 27 años, con el cabello descuidado y  barba que ya  había perdido la cuenta de su nacimiento, una camisa que acompaña a esa piel más de cuatro días y ya ni siquiera se preocupa por ser fajada y sus pies que han estado descalzos más horas de la que la higiene moderna recomendaría.

Él, sentado en la duela, entre papeles que por su aspecto han sido revisados con frecuencia inquisitiva, mantenía en su rostro un semblante de tristeza paradójica, con un dejo de ilusión, como aquella que ha pasado días enteros llorando y no le queda más que la resignación, leía una y otra vez las mismas líneas. 

Sus ojos postrados en aquella frase a la que le podía poner una voz, aquel te amo que ella en tantas ocasiones le repitió, hoy se enmarcaban con una lágrima que permanecía inmóvil en la ranura del párpado, mostrando el conflicto entre dejarle ir o aceptar la ilusión de olvido, sabiendo que de cualquier manera se queda en su piel. Algo en él, en su mirada y su puño cerrado sangrante por expresar su rabia en el cemento, sabían que no podría dar vuelta a la página, que su historia había terminado ahí, junto a las flores, el último ramo que le compró y ahora marchito se desprende de sus pétalos que uno a uno acompañan la marcha del viento, decorando el departamento de nostalgia.
Ella sabía que su imaginación solía causarle problemas, por lo regular confiaba de más en lo que su mundo fantástico le propiciaba y las consecuencias por contactar con la realidad eran dignas de un shock emocional. Había aprendido a guardarse para sí sus pensamientos, mas no por eso evitaría tenerlos, al final es lo que le mantenía en pie.

Para sí misma se decía que esa noche no podía ser una casualidad, que la naturaleza acompaña a las personas en sus emociones y si el viento rabioso golpeaba puertas y ventanas de su calle, es porque en ella alguien sufriría otro tipo de golpes consigo mismo, por los recuerdos tal vez... y mirando a su ventana, viendo todas esas casas de desconocidos (ella prefería no contactar con sus vecinos, si no, perdería la posibilidad de inventarles una vida) observó una donde su intuición aseguraba que era la causante, continuó con su historia.

Caminar en círculos se había vuelto costumbre para él, al final tenía que sustituir los hábitos que había abandonado, como el baño o la comida frecuente. Caminaba como redescubriendo cada centímetro donde los recuerdos volvían. Buscaba una razón, tal vez por eso levantaba algunas fotos o cartas que alfombraban el piso, tal vez por eso de repente volteaba al reloj, aunque ya no entendía la diferencia en las horas, ni siquiera si era de noche o de día. Las cortinas, sin importar la hora, sólo dejaban pasar un hilo de luz que bien iluminaba el polvo libre del aire o el humo que salía de su cigarrillo, su cara permanecía en la oscuridad, menos en aquellos lapsus donde se asomaba por la ventana... aún esperaba verle regresar, con su gabardina café y sus botas de tacón delgado, con ese sonido propio de sus pasos, en su mano una maleta y en la otra buscando desesperada por las llaves en su bolso, él sabía cada movimiento de ella. Esperaba verle regresar con la misma imagen de como se fue, solamente con una sonrisa por el tiempo que estuvieron alejados, con esa euforia de regresar a los brazos amados donde encajaban perfectamente. Sin embargo, al ver a través del vidrio la calle vacía, con algún caminante que pasa inexpresivo sentía como si algún tipo de cordón amarrara más y más su pecho.
Revisaba en su celular constantemente, releía cada mensaje; ella le contó cada momento de su viaje, indicándole al finalizar que la impaciencia le llenaba por regresar con él, que tenían tanto que contarse. Repetía constantemente aquél buzón de voz que ella le dejó, en el que despistada seguía hablando al pensar que había colgado el teléfono, en el que le aseguraba que regresaba ese mismo día... rasguñaba furioso la pared cuando el noticiero, inclemente, daba la noticia que desmentiría su voz. Donde se anunciaba que aquel avión no regresaría.

A veces ella sentía que le faltaban voces en su pensamiento para llenar un mundo. Veía perdida la ventana, con su mirada fija en aquella casa que inspiraba tristeza y abandono.

Simplemente entendió que sus pasos no se escucharían de nuevo en la duela, la que ahora él no podía dejar de contactar. Rasgo sus prendas y aventaba furioso lo que se topara con sus manos, nada tendría sentido ahora, ¿para qué seguir?  Su mirada se fijó en el clóset, donde escondía una herramienta que él juró y perjuró que solamente era para protección ante los reclamos de ella, se dirigió a la puerta, la abrió y busco entre objetos viejos y algunos regalos por su boda que aún no sacaban de sus cajas (tantas licuadoras y tan poco tiempo para cocinar, pensaron), encontró al fin aquella caja de zapatos, la abrió y tomó la pistola, regresó a las fotos que se bañaron de gotas de sudor y llanto indefinidamente... sostuvo una foto a diez centímetros de su rostro en la que se veían dos siluetas unidas por un abrazo, el atardecer los cobijaba, la mano le temblaba... apuntó con la otra mano y el arma hacia su sien y ...
¿Será que los dados de Dios a veces no caen del lado correcto? ¿o sólo por un juego de ego, como el que tuvo con Job, deja de medirse en sus pruebas? Ella sumergida en sus pensamientos, se sentía aliviada al saber que sólo era su imaginación, al menos eso le decían los que le rodeaban. A punto de cerrar su ventana, vio que en esa casa, donde su mirada dio un último vistazo antes de alejarse, apareció un flashazo, un breve instante de luz que se acompañó de un sonido estruendoso. El viento guardó silencio.

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