jueves, 26 de abril de 2012


 Calla, encontrarás respuestas en el silencio;
si no son las que querías, grita e irrumpe en la tranquilidad, 
el engaño a sí mismo es la tendencia natural.

martes, 17 de abril de 2012

El trabajo de la oruga TOC


Aquella creó su capullo con la esperanza de transformarse en una bella mariposa, con el ideal de dejar de ser parte de esos asquerosos insectos, los que se arrastran teniendo su cuerpo pegado al suelo y ven el cielo inalcanzable.  Todas esperaban ese momento con paciencia, nuestra protagonista se desesperaba.

Conviven diariamente, las 24 horas del día con los desechos de todos los animales, no pueden ser ellos mismos, guiados siempre por los mismos movimientos... hipnotizantes sí, pero los mismos al fin y al cabo.

Son presas fáciles, tal vez por su lentitud, por la poca capacidad de cambiar de dirección, la falta de espontaneidad con la que se manejan, sus rutinas bien establecidas.

Ruegan no ser vistos, piden pasar desapercibidos para no convertirse en el 05% de la alimentación diaria de algún ave. No hay muchas expectativas cuando te das cuenta de tu vulnerabilidad y cada segundo vives en riesgo de convertirte en una masa sin forma, bien sea al ser pisado por casi cualquier otro ser o por estar dentro de un sistema digestivo.

En fin, esta pequeña oruga no quiso seguir así -¿quién querría?- así que decidió comenzar a crear su capullo, esforzándose horas y horas, escondida en lo alto de una planta y por supuesto a la sombra de un conjunto de hojas estratégicamente acomodadas para que nadie interrumpiera su trabajo, trabajo arduo debo decir; aunque se esmeraba tenía un pequeño problema, sufría trastorno obsesivo compulsivo, ¿quién lo diría? ¿un insecto con algún trastorno de personalidad? Pues efectivamente, nuestra protagonista lo tenía. Tanto así que cambió la forma natural de crear su capullo, mientras el resto de la especie se envolvía con este, ella prefería hacerlo por aparte para poder examinarlo y posteriormente introducirse en el.

Así, pasados algunos minutos con un trabajo casi perfecto lo revisaba a fondo, evaluando de inicio a fin el avance que llevaba, si alguna ramita rayaba su creación la deshacía para comenzar de nuevo.

Tres veces estuvo a punto de terminarlo, medianamente satisfecha con su obra (jamás lo estaría del todo), pero como burla del destino alguna desafortunada coincidencia le evitaba introducirse; en una ocasión un distraido pájaro pasó lo suficientemente cerca como para que el viento -que provocó su aleteo- tirara el capullo.

En otro momento (un día y muchos reinicios después del incidente anterior) la oruga observaba en la quinta evaluación de ese momento como su posible hogar durante los próximos días iba perfecto, con sudor tenía planeado continuar su obra, cuando un grito despavorido llamó su atención haciendo que volteara rápidamente. No, no había ningún peligro cerca y la verdad es que ni siquiera se enteró de dónde provenía, lo único que pudo ver fue de nuevo su capullo magullado en el suelo al haberlo tirado por su movimiento involuntario. Si solía reprenderse por lo que no estaba en su control, entonces cuando cometía un error era incontable su frustración y autocrítica.

Mientras ella seguía en sus intentos, sus compañeras orugas generacionales, las que salieron del huevo al mismo tiempo, comenzaban sus capullos, los que terminaron puntualmente. Así, ella desesperada continuaba con sus intentos, y aunque se prometía que ya no sería tan rígida, no podía evitar escrudiñar de vez en tanto lo que llevaba.

Días e incontables intentos después cada vez más lentos y pesados, por fin en una ocasión estaba logrando su meta, el capullo más perfecto que había imaginado, una lágrima se acumulaba en cada uno de sus 6 ojos, no por eso descuidó su trabajo, al contrario, con mayor motivación daba los últimos toques para poder entrar y terminar desde dentro, era una sensación que nunca había sentido... plenitud.

No quería perder ese momento, disfrutando cada segundo, entrando lentamente a su capullo, el que seguía revisando a profundidad. Unos minutos después, lista para continuar su trabajo, sintió ese jalón y se dió cuenta, ahora sería el 05% de la dieta de un ave.

¿Moraleja?
No sólo el flojo trabaja doble.
La perfección no existe.
Existe un momento para todo, para iniciar y para terminar con proyectos adecuadamente.
La frustración es producto de la alta expectativa.

En realidad no habrá una moraleja total de la historia, simplemente es destino, coincidencia y la forma en que se reacciona a lo que pasa. Fin y ya.

jueves, 5 de abril de 2012

Cotidiano

Tenías esos jeans ajustados a tu silueta, portabas un morral mediano y tu blusa azul, esa que apenas acaricia tu piel y se ajusta al viento y a tu torso.

Caminando observé tu ritmo, pronunciado y sigiloso a la vez, cambiante y (al menos para mí) hipnotizante. Venías hacia mí, yo con sonrojo disimulado intente entablar alguna frase, notaste mi nerviosismo y reíste. Tu risa me mantuvo en mi estado irreal, en mi cúmulo de pensamientos inconexos que terminan solamente en ti, en momentos previos, en ti y en mí.

Hablamos, te escuchaba mirando pequeños incidentes de la vida diaria, algo externo, algo que no me hiciera perderme en tu mirada y perder el hilo de lo que decías con tu voz que armoniza perfectamente con la trama, dominas gestos y entonación y yo funjo como tu fiel admiradora, como la que suspira en silencio para no interrumpir el momento.

Comíamos nieve, la tuya comenzaba a derretirse y la mía se terminó rápido, sin aviso, pero sin prisa. Tus manos enfatizaban tus palabras, los movimientos de tu cuello, tu mirada esporádica a mis ojos o mi boca, tu forma de sentarte, la libertad que inspiras, la seguridad que obsequias sin siquiera intentarlo, todo y cada detalle de ti me mantenía en ese momento, el no querer perder detalle, ver todo, sentirlo, saberme a tu lado.

Y yo... yo ahí, escuchando, pensando, sabiéndome afortunada por estar ahí, contigo, por todos los momentos que tengo junto a ti. 

Un día cotidiano, tal vez, pero eso no le quita lo extraordinario.

martes, 3 de abril de 2012

Impotencia


Impotencia de decir, tener esas palabras acumuladas en la garganta y saber que si las dejo salir será solamente para crear un monólogo ilógico e incomprensible, incluso para mí.

La impotencia errante de darle forma a estos pensamientos que, al creer concluídos, me llevan solamente a callejones cerrados; imágenes inconclusas de ensayos diarios. No sé formularme, no sé conversar conmigo sin evadir lo realmente importante, ni siquiera puedo convencerme de que lo uso como mecanismo de defensa... ¡por favor! ¿Qué defiendo?

Y aún así cometo la osadía de querer hablar contigo, de pedirte que me entiendas, como si tú tuvieras el don de darle forma a mis ideas aformes.

Te pido que comprendas mi incapacidad de entender. Así tal vez podamos llevar un línea lógica, crear, quizá, una historia cómoda y más completa que mis propios pensamientos.


lunes, 2 de abril de 2012

Cansada de ser mierda.
A donde vaya la peste estará.