lunes, 30 de agosto de 2010

Expectativas







Me creí sabia y fue cuando me equivoqué


Me sentía bella y nadie me miró.


Imaginé que te encontraba y no contestaste.


Pensé besarte y desperté.


Sentí que tenía sueños y ni siquiera podía dormir.






¡Me cansé de frustrarme! 

Entonces comencé a vivir con lo que tengo y no en base a expectativas vacías.

domingo, 29 de agosto de 2010

De un amor enfermo


De no ser por esa noche, nada sería lo mismo. O eso quiero creer.

_______________________________________________


Las líneas de la carretera pasaban rápidamente por entre las llantas. El zigzag que mis sentidos me permitían formar al conducir le hacía gritar azarosamente y yo ya no sentía el miedo, sólo la incertidumbre por el 'qué pasaría'. Aún recuerdo el sonido que las hierbas de los lados de la carretera hacían al golpear el auto.

Llegamos por fin a la casa de aquél rancho, hecha de adobe, fango y sudor de mi abuelo, tan percudida como la recordaba. Me vio con los ojos llorosos, ahora no podría asegurar si era por el camino o por la conversación previa. La noche era húmeda y un gallo cantaba, aún la luna seguía en su cúspide, el viento nos dio la bienvenida haciendo bailar a mi falda en cuanto me bajé del auto, un modelo clásico (así aprendí a decirle para no sentir que era viejo).

Ya eran dos horas en las que no nos dirigimos la palabra, ¿cuánto más podrías aguantar para estallar? Abrí la puerta y rechinó, si hubiera vecinos sentiría que comenzarían sus juicios y especulaciones sobre dónde estábamos y por qué llegábamos a esa hora. Yo llevaba en el pensamiento mil y un planes, mil y una formas de llegar a lo que llamaba solución, pero necesitaba de ti, algo que me incitara a cumplir la promesa de dejar todo en el olvido, lo que hice fue para mí y ya, un nuevo comienzo. 

- Esto no puede seguir así- Acertaste a decir, aunque estábamos de espaldas pude escuchar el llanto en tu voz temblorosa y eso me permitió sonreír, soy cobarde y lo sabes. 

- Yo nunca te mentí, jamás me glorifiqué con cualidades inexistentes ni te prometí fidelidad- Respondí intentando mostrar seriedad, siempre me he excusado de ésta forma y hasta a mí misma ya me había aburrido, pero no puedo quitarme la costumbre de creerme las justificaciones que labro.

- ¿Y qué sigue? ¿Terminar? Te prometí que no te dejaría tomar la salida fácil, pero ahora no sé qué quiero- En este punto ya no me mirabas a los ojos, pero tampoco tenías mirada baja, veías a un punto en el cielo. Había imaginado este momento, pero jamás pensé que sería en este viaje, no en la casa en la que pasé temporadas completas en mi infancia. Todo tenía un sabor exquisito, un sabor de culpa, pero sin máscaras. Como cuando un niño le confiesa a sus padres que reprobó una materia, pero hasta que están en la playa y no pueden privarle (significativamente) de su diversión.

Y ahora comenzaría el espectáculo.

- ¡No!... no nos hagas esto, todavía nos queda mucho por vivir, esto no ha terminado para nosotros- Quise adornar este diálogo con lágrimas, pero no me salieron, así que opté por sólo respirar de manera agitada.

- No nos hago nada, tú lo hiciste en el momento que olvidaste mi nombre por estar en su cama y yo ya no pienso cargar con tus discursos insensibles, no más-.

La conversación se alargaba y yo sólo pensaba en dormir, ¿a qué hora cederías como lo tenía planeado y podríamos tener la reconciliación acostumbrada? Sólo hacías esto más difícil. Cuando dejé de escuchar lo que decías recobraste mi atención al mencionar aquellas palabras

Esto es todo, no es parte del juego que esperabas que jugáramos esta noche, yo ya dejé ese rol. No soy quien te levantará más de tus caídas. Me harté. Yo seguiré con mi vida, tú seguirás soñando que también lo haces. Adiós.

 Aún quería pensar que era alguna improvisación del plan, por eso no te detuve, el sol ya había salido y te vi caminar por el camino empedrado, sentí algo raro en mi pecho cuando ya casi no podía distinguirte del paisaje, un vacío o un grito que quería dar, pero no pude, nunca lo había sentido y no me gustó. Sólo callé, esperando que regresaras, tu despedida definitiva no era parte de lo que ideé. 

Y ahí me quedé, viendo al vacío durante medio día. Regresé a nuestra casa al día siguiente, tus cosas ya no estaban, la cama estaba tendida y no encontré ni siquiera una nota aclaratoria. ¿Cuándo fue que todo se salió de mi control?

Hoy, tres años después, sigo intentando descifrar tu adiós. El juego patológico dejó de funcionar de repente y yo no tenía más que ofrecerte, aún no sé qué es lo que quieres. No puedo regresar a la vida que tenía antes de ti, a las relaciones hedonistas y vicios que las complementaban; no puedo continuar en una vida sin ti, aprendí a estar contigo en las buenas y en las malas.

De no ser por esa noche no hubiera comprendido mi inestabilidad, mis inseguridades que me empujaron a dejarte ir porque sabía que merecías algo mejor. Ahora intento serlo, puedo prometerte un cambio real y te he suplicado que regreses de todas las maneras que puedo, pero sé que si lo haces todo se repetirá, caería en los mismos errores que no tienen consecuencias. Y vivo en la paradoja de ser la mejor persona que soy sin ti (para ti) o ser la feliz persona que soy contigo.

martes, 24 de agosto de 2010

Pensaba y pensando se me fue la madrugada. Giraba y me enojaba con mi almohada, la aventaba para luego apresurarme para abrazarla y pedir disculpas, es como si tuviera vida; la verdad me alegra que no sea así, si no sabría tanto de mí que sería un peligro.

Pensaba y me acercaba a la ventana con la ilusión de que al ver todo tranquilo afuera me motivara a dormir, pero sólo escuchaba el viento golpear las ramas de los árboles, un leve silbido que se inmiscuía por mi ventana y eso bastaba para imaginar mil historias de sus caminos ¿cuántas personas no estarían igual que yo viendo a la ventana en mi calle, en la colonia o en el país? Tantos pensamientos y tan pocas respuestas.

Y me recosté de nuevo, esperando por fin calmar las voces que mi pensamiento dirige (comienzo a pensar que es al revés). La mirada es muy perdidiza, suele enfocarse y dejar de enviar información al occipital, o mejor dicho ya no le tomo importancia y me pierdo en las ideas.

Quisiera que estuvieras aquí. Sé que no necesariamente estaríamos hablando, quizá estarías ya durmiendo, pero me gustaría verte de nuevo con esa calma que inspira tu cuerpo dormido, sólo acariciaría tu espalda y me pasarías parte de tu tranquilidad.. tal vez murmurarías algo, tal vez sólo suspirarías y ahí estaría yo para escucharte, para ilusionarme con la idea de que sueñas conmigo. Para sentirte en la oscuridad.


Pensaba y pensando se me fue la noche, ya era de mañana y al fin pude dormir.

jueves, 12 de agosto de 2010

No correré a buscar un rostro que en mis recuerdos se va difuminando cada vez más. Pasa el tiempo y ya no logro recordarte totalmente. 

Recuerdo muy bien tus ojos, no me canso de verlos parpadear con esas pequeñas arrugas que se formaban debajo... creo que lo hacías cuando reías. Logro recordar casi cada marca de tu pupila, tu brillo y esas venitas que se recalcaban cuando te desvelabas. Tu mirada que seductora guiaba mis pasos algún día dejó de verme y comencé a tambalear por el camino, recuerdo que sentí destrozarme cuando por causa mía tus ojos se humedecieron, aquella gota que se fue acumulando poco a poco fue el golpe más brutal que pude hacerte y el golpe mortal que yo misma me hice, sin tocarte destrocé mi futuro.

También recuerdo tu sonrisa. Sí, tus labios que ni gruesos ni delgados eran expertos en todo lo que hacían, ya sea que se tratara sólo de insinuar una sonrisa o seducir inocentemente al que pasara cerca y se paralizara con tu belleza. Eran rosas y húmedos, invitaban a besarles y a la vez pedir perdón si aquel beso pervirtió de alguna forma tal perfección. Reías y alrededor nos contagiábamos con tal virtud que en ese momento en que algo te causaba alegría sentía como si tuviera un contacto divino. Tus besos, no tengo palabras suficientes para describirlos, me subieron al cielo y me traían gloria cada uno, gracias a ellos conocí la eternidad, me arrebataron el aliento para darme nuevo aire. De repente tus labios comenzaron a secarse, ya no eran rosas y ya no reían, si acaso intentabas bosquejar una sonrisa las grietas se expandían destrozando su belleza, su matiz blanquecino ya no guardaba las palabras precisas y poco a poco dejó de guardar siquiera las imprecisas. Tus dientes ya no se asomaron a la luz, ya no dijeron nada sobre nada. No después que suspiraste y diste media vuelta para no regresar jamás.

De tu nariz recuerdo ciertas muecas y unas pequeñas pecas casi imperceptibles, las noté mucho tiempo después de conocerte, cuando estábamos frente a frente a menos de un suspiro de distancia. La arrugabas con ciertos olores, algunos incluso eran agradables (decías), pero exagerados. Tu perfil era tuyo, perdona lo burdo que esto pueda parecer, pero jamás confundiría esa silueta con la de alguien más, era único.

Tu piel, si hubiera sido perfecta estaría segura que fuiste un obsequio para los mortales, pero no. Tu piel era perfecta para mí, tenía sus arrugas y lunares varios, tenía cicatrices y definitivamente tenía historia. No saliste de un sueño, aunque te apropiaste de todos los míos. Tu piel era un lienzo, al cual intenté convertir en obra maestra con mis besos, era un mapa que me guiaba a tu éxtasis y al mío. Era suave, tan suave que las sábanas de seda eran una grosería para ella. Dulce. Era la peor droga a la que pude engancharme en mi vida, y vaya que lo he hecho. Tu piel bajo las caricias de la lluvia o la regadera me llevó al delirio, a perderme en fantasías momentáneas. Me abrazabas y yo explotaba en una embriaguez única.

Y tu cabello, jamás veré una mejor ornamenta para un cuerpo desnudo como la que se desprendía de tu cabeza. Ni la marea podría imitar la perfección física de cada bucle, ni Miguel Ángel mismo podría igualar los colores y el brillo que cada uno de tus cabellos tenía. 


Tengo tu voz aún presente. A ella me aferro aunque mi vida se vaya en entenderte, ¿cómo ignorar lo que me decías sobre seguir el camino juntos hasta el fin? Cada promesa la recuerdo,  aunque ahora me doy cuenta que me advertías sobre tu adiós, cuando se quebrantaba tu timbre, cuando murmurabas y no repetías. Las señales ahí estaban, pero fui sorda para no responder a tu despedida.



Verás, aunque recuerdo cada parte de ti a la perfección, cada milímetro aislado de tu cuerpo, ¡no logro recordarte totalmente! No puedo unir las secciones para hacerte un todo, como si las piezas de mi rompecabezas no encajaran. Tal vez ahora puedo creer lo que pensé en esos momentos, esos breves años de embeleso total a tu lado, exististe sólo mientras te abrazaba, mientras te besaba y mientras sonreías. Sólo fuiste real cuando me contactaste, después desaparecerías. No serías nunca un rostro más en la memoria, una cara más de un álbum para desvirtuar.

No correré jamás a buscarte porque desapareciste, tan fugaz como un sueño. No te buscaría porque aún no logro entender si es que apenas voy despertando o es que me acerco a no despertar jamás.

jueves, 5 de agosto de 2010

Y escribía



Y ella escribía. Primero en su cuaderno que se llenaba de tinta, la fuerza en el trazo era la prueba física de su herida. No le basto, no entendía todas las letras que salían de su mano vibrante, eran tantos los intentos de borrar palabras que al final no quedo un ensayo coherente.


Se sentó, pues, frente a su computadora, la impaciencia le ahogó mientras el programa arrancaba, movía su bolígrafo de arriba a abajo insistentemente sujetándole con su pulgar e índice. Se detenía sólo para seguir llenando hojas en su cuaderno, de algunas palabras medio legibles y otras que tachaba con furia. Cuando por fin tuvo la oportunidad de teclear sus pensamientos lo hizo de tal forma que el sonido del teclado taladraba el silencio de la habitación, eran sus dedos como martillos; golpeaban las letras esperando plasmar aunque fuese la mitad de las ideas que le pasaban cada minuto. Las incoherencias de lo que lograba recapitular le enfurecían más que el darse cuenta que eran las mismas que pensaba.


Entre frases como 'extraño el mundo' o 'sirvientes del deseo' pronunciaba lo que para ella le ayudaría a entender su triste realidad, realidad decidida por y para sí. No lloraba, de hecho, fuera de la actividad exacerbada de sus manos, no mostraba ninguna emoción en el resto del cuerpo, como si fuera ajena a ese armamento corpóreo. 


Escribió y escribió, no veía el teclado ni la pantalla, sólo se dejó llevar. Ya no sabía qué esperar de nada, escribió sin esperar, escribió sin saber. Escribía sobre ella, escribía sobre nada y escribía sobre ayer. Aún le parecía presuntuoso escribir sobre mañana. Escribió diez páginas para luego borrar siete, no las leyó, pero intuyó que no tenían nada de valor. Luego repitió lo escrito, pero con un toque diferente.


Se sintió satisfecha algunas horas después, la luna ya no le acompañaba y su piel lucía notoriamente diferente a la que llegó horas antes a sentarse frente al monitor, tenía ojeras y las arrugas de su frente ahora eran más pronunciadas. Sus labios blanquecinos se agrietaron como si no esperaran que bosquejara una sonrisa de nuevo. Aún tenía la intención de escribir, pero ya no veía la necesidad, estaba terminado.


No revisó. Sintió que todo estaba listo. No había más por hacer, sólo seguir. Apagó su computadora, nadie sabría lo que esa noche le hizo escribir, nadie sabría más de ella. Abrió la puerta y salió, la luz exterior era tan intensa que no aguantó, simplemente cayó. Jamás despertaría. 


Nadie sabría.






Cambian los medios, no el fin.
Todo se mueve para un fin.
Nos dirigimos al fin.