jueves, 12 de agosto de 2010

No correré a buscar un rostro que en mis recuerdos se va difuminando cada vez más. Pasa el tiempo y ya no logro recordarte totalmente. 

Recuerdo muy bien tus ojos, no me canso de verlos parpadear con esas pequeñas arrugas que se formaban debajo... creo que lo hacías cuando reías. Logro recordar casi cada marca de tu pupila, tu brillo y esas venitas que se recalcaban cuando te desvelabas. Tu mirada que seductora guiaba mis pasos algún día dejó de verme y comencé a tambalear por el camino, recuerdo que sentí destrozarme cuando por causa mía tus ojos se humedecieron, aquella gota que se fue acumulando poco a poco fue el golpe más brutal que pude hacerte y el golpe mortal que yo misma me hice, sin tocarte destrocé mi futuro.

También recuerdo tu sonrisa. Sí, tus labios que ni gruesos ni delgados eran expertos en todo lo que hacían, ya sea que se tratara sólo de insinuar una sonrisa o seducir inocentemente al que pasara cerca y se paralizara con tu belleza. Eran rosas y húmedos, invitaban a besarles y a la vez pedir perdón si aquel beso pervirtió de alguna forma tal perfección. Reías y alrededor nos contagiábamos con tal virtud que en ese momento en que algo te causaba alegría sentía como si tuviera un contacto divino. Tus besos, no tengo palabras suficientes para describirlos, me subieron al cielo y me traían gloria cada uno, gracias a ellos conocí la eternidad, me arrebataron el aliento para darme nuevo aire. De repente tus labios comenzaron a secarse, ya no eran rosas y ya no reían, si acaso intentabas bosquejar una sonrisa las grietas se expandían destrozando su belleza, su matiz blanquecino ya no guardaba las palabras precisas y poco a poco dejó de guardar siquiera las imprecisas. Tus dientes ya no se asomaron a la luz, ya no dijeron nada sobre nada. No después que suspiraste y diste media vuelta para no regresar jamás.

De tu nariz recuerdo ciertas muecas y unas pequeñas pecas casi imperceptibles, las noté mucho tiempo después de conocerte, cuando estábamos frente a frente a menos de un suspiro de distancia. La arrugabas con ciertos olores, algunos incluso eran agradables (decías), pero exagerados. Tu perfil era tuyo, perdona lo burdo que esto pueda parecer, pero jamás confundiría esa silueta con la de alguien más, era único.

Tu piel, si hubiera sido perfecta estaría segura que fuiste un obsequio para los mortales, pero no. Tu piel era perfecta para mí, tenía sus arrugas y lunares varios, tenía cicatrices y definitivamente tenía historia. No saliste de un sueño, aunque te apropiaste de todos los míos. Tu piel era un lienzo, al cual intenté convertir en obra maestra con mis besos, era un mapa que me guiaba a tu éxtasis y al mío. Era suave, tan suave que las sábanas de seda eran una grosería para ella. Dulce. Era la peor droga a la que pude engancharme en mi vida, y vaya que lo he hecho. Tu piel bajo las caricias de la lluvia o la regadera me llevó al delirio, a perderme en fantasías momentáneas. Me abrazabas y yo explotaba en una embriaguez única.

Y tu cabello, jamás veré una mejor ornamenta para un cuerpo desnudo como la que se desprendía de tu cabeza. Ni la marea podría imitar la perfección física de cada bucle, ni Miguel Ángel mismo podría igualar los colores y el brillo que cada uno de tus cabellos tenía. 


Tengo tu voz aún presente. A ella me aferro aunque mi vida se vaya en entenderte, ¿cómo ignorar lo que me decías sobre seguir el camino juntos hasta el fin? Cada promesa la recuerdo,  aunque ahora me doy cuenta que me advertías sobre tu adiós, cuando se quebrantaba tu timbre, cuando murmurabas y no repetías. Las señales ahí estaban, pero fui sorda para no responder a tu despedida.



Verás, aunque recuerdo cada parte de ti a la perfección, cada milímetro aislado de tu cuerpo, ¡no logro recordarte totalmente! No puedo unir las secciones para hacerte un todo, como si las piezas de mi rompecabezas no encajaran. Tal vez ahora puedo creer lo que pensé en esos momentos, esos breves años de embeleso total a tu lado, exististe sólo mientras te abrazaba, mientras te besaba y mientras sonreías. Sólo fuiste real cuando me contactaste, después desaparecerías. No serías nunca un rostro más en la memoria, una cara más de un álbum para desvirtuar.

No correré jamás a buscarte porque desapareciste, tan fugaz como un sueño. No te buscaría porque aún no logro entender si es que apenas voy despertando o es que me acerco a no despertar jamás.

No hay comentarios: