jueves, 6 de enero de 2011


Mis ojos lloran hojas verdes que están a punto de secarse. A punto de desprenderse de mí, metáfora muerta.

Mis labios pronuncian un abrazo que tal vez tu cuerpo no escuchará.

Ahí al fondo tenemos esa barranca, ese vacío donde nos dejamos caer si es que colgamos de nada, y por lo regular así es.

Quieres escuchar de mi voz palabras que no sé decir. 
Quieres sentir en mi piel el calor que jamás lograré emitir.
No sé qué quieres y dices a ti, ahora te veo y no logro entender lo que tu pupila mira. No ves y yo junto a tu boca no escucho.

Me enciendes cuando comienzas a caminar en el sentido contrario y corro para  evitarlo, no me muevo. No vayas, intento decir en un sonido apagado, el viento me golpea burlándose con su estruendo diario.


Tomas mi mano con la condescendencia que te caracteriza, la sientes seca, no vayas repito, pero el silencio no muchos lo descifran. 

Me ves postrada en ese espacio, echando raíces a un suelo infertil. 
Ya ni siquiera tomas mi mano.

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