jueves, 7 de abril de 2011

Paseando por el suboconsciente.

Me recosté nombrándote, susurrando a mi almohada tus virtudes y escuchando del viento tu voz, imaginando que tú como yo, a veces, mirando a tu ventana suspiras pensando en mí.

Miré a mi alrededor el baile de las sombras que hacen algunas plantas y que ahora no tenía gracia alguna, no sino podía compartirlo contigo. Imaginé tus manos recorriendo mi cintura y tus labios en los míos, y dormí, dormí plácidamente sintiéndome rodeada de ti.

En un momento desperté, estabas tú... con tu ronquido casi imperceptible -siempre me gustó escucharlo. Tenías tu brazo en mí y la sábana por ningún lugar, la luz del faro exterior se infiltraba por entre las cortinas y  generosa resaltaba tu silueta, tu sonrisa y tu cuello. Nunca una alarma de automóvil había sido tan oportuna, te despertaste abriendo los ojos lentamente, quería que me vieras y que sonrieras con la misma espontaneidad como con la que me diste ese beso finalmente.
Poco a poco, nuestros cuerpos respondieron a su señal magnética y comenzaron a unirse, tú con esa camisa amarilla pastel y yo con aquella camisa verde vieja que ya había sufrido el golpe de un cigarro, de repente esas piezas eran la única barrera para sentirte completamente en mí. No duraron más de dos segundos, no con la furia que el calor de la habitación imponía, les tocaría descansar el resto de la madrugada en aquel rincón.
Nuestras lenguas protagonizaron esta vez, tenían tanto que decirse sin emitir palabras, bailaron a su propio ritmo mientras nuestros cuerpos hacían el suyo, mis manos rasguñaban tu espalda y se aferraban a ella como se aferraría alguien a la última prenda de su ser amado que ha marchado.
Tus manos feroces marcaban en mí su camino.
<Movimiento> En el encontramos el equilibrio; en el comenzamos a fusionarnos; es en el que despegamos unos momentos de la realidad para volar. Nuestra respiración acelerada, tu temperatura aumentando, tu voz en mi oído y mis dientes en ti (sin poder determinar con claridad dónde).
Movimiento, no tiempo, nos encontramos fuera de toda realidad, cada vez nuestros cuerpos se pertenecían más y más, fusionándose hasta no entender nuestros límites, todo a punto de explotar, se acercaba aquel momento de pérdida total... lo sentía, lo sentías...
Abrí los ojos, una gota de sudor nació en mi sien y tomo el mismo camino por el que creí que tus labios habían paseado hace unos instantes, terminando en mi camisa verde que ahora estaba arrugada. Me sentí cansada, sonriendo y con calor. La sombra de las plantas seguía siendo mi única compañía. Mi almohada ¿dónde quedó mi almohada? No puedo dejar de sonreír y te llamo, te escuchas igual de feliz. Fue nuestra noche.


[Lo prometido]
Imagen: Marzo, 2011

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