martes, 20 de septiembre de 2011

Detrás de la careta

-¿En algún momento dejará de ser noche?

Se pregunta, agitada y temerosa. Lleva días ahí, en la oscuridad de una habitación húmeda y roída por el tiempo. No logra ver el pequeño hilo de luz que se asoma por entre las cortinas, ya deshechas, carcomidas. 

La oscuridad le es pesada y densa con cualidades soporíferas que ha tenido que sobrellevar, soñar ya no es opción cuando no hay tranquilidad en sus historias.

Su máscara cada vez le dobla más las rodillas, es el peso del engaño, la carga de una vida que ha tenido que ocultar. Le agobia el tiempo que la ha llevado puesta, sin darse cuenta que se la quitó unos meses atrás cuando eligió la soledad como estilo de vida, cuando optó por el claustro de esa habitación con tintes otoñales y olor putrefacto. Ya no llevaba la máscara ¿entonces qué le hacía mirar abajo? 

La desesperación de quererse quitar la careta la ha llevado a rasguñar su propia piel, aún así no le satisfacía el rojo vivo de su propia carne para poder verse al espejo. No era ella, no más; ya no reconocía aquel reflejo. Gritaba con su voz apagada, sin vida, sin nadie que le escuche y sin deseos de respuesta, poco a poco rompía su garganta. Cuando ya no hay nada que esperar, la espera se hace más lenta. 

Rasga su piel, quita capas de ésta como si en la profundidad de su ser se encontraran las respuestas a preguntas que no puede siquiera formular.

Aquel espejo roto, aquel hilo imperceptible de luz junto al polvo que baila a través de el. Sus manos con sangre fresca y rastros de sangre seca en el suelo, alrededor de un ser que aún respira, llora y respira, grita y suspira. Hincada, sin sombra ya en ese mundo oscuro. Todo comienza a secarse.

-¿En algún momento dejará de ser noche?
Se pregunta en el instante que el sol se oculta y se lleva consigo ese único hilo de luz que le dejaría ver el último reflejo que transmitiría. Detrás de la careta ya no existía nada.

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