miércoles, 1 de enero de 2014

Sensaciones extrañas, de importancia que en realidad no importan, no a nadie, sólo a quien le importan. Escalofríos, gritos apagados que raspan la garganta al no tener contenido, pero sí potencia.

Si tuviera algo en qué pensar para dejar de pensar, si tuviera a quien decir para callarme al fin. Si lo mereciera.

Aleteos, despistados murciélagos y gaviotas embriagadas de rencor recorren mi pecho y golpean mi estómago; me transmiten sus mareos.

Recuerdos que no golpean como deberían, tirando su estuche al fondo de una botella.

No hay yo sin mí, pero no siento un yo. No uno que valga la pena.

Si tuviera qué decir y qué pensar.

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