sábado, 19 de junio de 2010

Caminando entre piedras


A veces sólo me gusta caminar entre piedras, aunque un camino cercano sea más sencillo de atravesar. 

Es inherente a mí, cuando era niña me gusta buscar en el árbol las ramas más difíciles para subir por ellas, no por las que todos subían, no le encontraba sentido.

Camino donde sé que habrá piedras para que pueda caer, pero al mismo tiempo me ayuden a levantar. Camino entre ramas, basura y personas caídas. Camino y me duelen los pies porque me quito los zapatos ¡me ahogan!, algunas espinas ya encarnaron en mis plantas y el lodo comienza a formar calzado natural. Me golpeo con las piedras y me arañan las más filosas. La sangre se conjuga con el lodo y lo endurece aún más. Duele pero me recuerda hacia dónde voy.


A veces llego a un río donde enjuago mis pies, donde dejo esas marcas del camino, quisiera decir que el agua se lleva todo lo que sobra, que mis pies quedan de nuevo como antes, pero no; en realidad están llenos de llagas, heridas aún abiertas y algunas costras. Son distintos a los que comenzaron el viaje, ahora se les ve cansados.


Es en este punto de descanso, cuando siento fluir el agua entre mis pies, que doy una mirada atrás, a veces pienso si no sería mejor regresar por el camino ya labrado por alguien antes que yo, un camino fácil de recorrer, sin obstáculos, por ese que todos han caminado y no les produce conflictos. Sería simple, no necesitaría si no recorrerlo y que me lleve por donde tenga que ir, lo malo es que llegaría a donde ya están todos... con sus caras tristes, vacías, sin la chispa del comienzo.


A veces me imagino que me quedo aquí sentada durante días, meses, años y bajo el agua comienzan a salirme raíces que llegan hasta el fondo, mis piernas se funden con el suelo y comienzo una transformación, me petrifico, me convierto en árbol. Como mi madre decía, los árboles deben morir de pie.


Lo imagino y siento como cada músculo endurece lentamente. Pero no podría engañarme, no puedo quedarme aquí, no después de lo que ya he avanzado. Sería un suicidio, una derrota sin vencedor. Sería llegar aún más rápido a donde no quiero estar.


Por ello me levanto, me sacudo y comienzo de nuevo el viaje; no diré si voy  motivada o no, es durante la marcha  que comienzan a surgir los para qué que me guiarán. He entendido que enfocarme en los por qué hasta ahora me había petrificado. Ahora viviré atendiendo al cómo y al para qué de éste camino que he elegido.


Y aunque se abran más mis heridas y siga infectándome con la tierra y la basura que se adhiere a mis pies, al menos tengo la certeza de que es tierra única que nadie más ha pisado... al menos puedo decir que es mi tierra.

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