jueves, 19 de noviembre de 2009

La Danza del Viento

Esta tarde no sé qué sentir. Del recuerdo de tu voz me queda nada, de la sensación de tus labios tengo todo. Y tú a treinta minutos de distancia.

Voy  guardando momentos, recuerdos que utilizo ante la duda de lo incierto. No sé si los pasos que doy llevan la dirección correcta, pero al verte a lado me da la seguridad de que llegaré a algún lado. Es que contigo disfruto hasta el frío en la naríz, aguanto hasta el sabor salado, sonrío hasta una madrugada de sábado.

Sé que si veo a tus ojos olvidamos lo que está fuera del tú-y-yo. Que si veo a tu boca sonríes de nervios al igual que yo lo hago si tú me miras mientras intento decir que te quiero. Sólo puedo decírtelo al oído, mientras te sujeto de la cintura para no dejarte ir, para que yo no pueda huir. Cuando siento tu aliento en mi hombro y una leve sonrisa decora tu voz, que refleja la tranquilidad del invierno. Nos mecemos y jugamos al ritmo del viento.


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Las plantas de mi terraza bailan cada noche. Es como si escucharan un jazz suave; de esos que te obligan a cerrar los ojos y sentirlo, en los que respiras profundo y es como si absorbieras cada nota y una por una va saliendo mientras te meces sigilosamente. Cada noche esas plantas teniendo de pareja al viento se mecen y me regalan un espectáculo de sombras, la luna es su reflector.

El viento se ha enamorado, cada noche puntual llega a su cita. Testigo soy, canta a su oído. A veces discuten y se agitan haciendo más ruido, las plantas parecen desesperadas, no sé si es violencia o sólo catarsis, pero han golpeado mi ventana y como en cualquier discusión de pareja, sólo me limito a observar. Sin embargo se reconcilian y no pierden la siguiente pieza, vuelven a bailar plácidamente durante toda la madrugada. Me arrulla su romanticismo.

A veces los envidio. Si tuviera la persistencia del viento o la paciencia de esas hierbas, sé que podría estar completamente con alguien. Pero como cualquier humano tengo mis limitaciones.  A veces me limito a sólo estar, otras sólo soy. A veces, como hoy me aprovecho de mi sinceridad.


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Si supieras lo que te extraño cada que te digo adiós. Si supieras que cada vez que veo que te alejas quisiera regresar contigo, porque sé esperar... pero ya no sé alejarme de ti, separarme de tus abrazos y de tu sonrisa disimulada. Quisiera correr y estar de nuevo a tu lado, pero un toque de cordura me hace ver al frente y seguir, para verte después con más ganas.

Como cada tarde que no te veo, hoy pensé en ti... y mis amigas que parecen alarmas, justo cuando logro sacarte de mi mente hacen que te recuerde, y ríen... yo me sonrojo... también río.
Yo sé que no tengo palabras y nunca las voy a tener. Por eso aprovecho esta noche...           
La nuestra es agua de rio mezclada con mar.


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